lunes, 19 de marzo de 2012

El poder de la palabra (fragmento) José Vasconcelos


Cada palabra es un vaso de esencia; mera forma si se usa como signo del objeto o nombre de la idea; potencia misteriosa si se confunde con lo pensado: las palabras sueltas, huecas, deshilvanadas, son como utensilios sin empleo, como pedrería sin enjoyar. Las palabras llenas de sentido, más valiosas que un
tesoro, son capaces de destruir, de conmover, de libertar, de edificar. Y si se organizan y animan para formar un credo, belleza, doctrina, entonces no hay poder que las detenga ni fuerza que las destruya.
La palabra más humilde cumple la misión de consolidar la personalidad, de la cosa a la bestia. Un banco, un mulo, penetran en la región de las ideas sólo en el instante en que se les nombra. (...)

Nada más fascinante, más poderoso, más peligroso que el manejo de las palabras. El que supiera aprovechar sus secretos se convertiría en un mago; la más alta magia no es ya otra cosa que una ciencia de palabras. Con el poder de las palabras se ha revolucionado el mundo; las palabras hacen la guerra restauran la paz, forjan la historia. Después de que ellas se pronuncian en la boca de los inspirados, los sucesos se ponen a seguirlas y las voluntades a obedecer.
En ocasiones las palabras quedan sueltas por años y por siglos, dispersas en el ambiente. Las conciencias oscuras las perciben con vaguedad y las obedecen sin darse cuenta de su influjo. Las mentes iluminadas logran orientarse, adivinan las corrientes que manan del concepto y de acuerdo con ellas organizan la acción. Pero todos vivimos y nos movemos dentro del poder irresistible de las palabras.
Confusión y claridad, poder para el bien y poder para el mal; todo está en las palabras: hay magia negra de las palabras cuando un malvado o un hipócrita hablan de moral y de justicia. Las palabras se vuelven ruido confuso, torpe cuando hablan los necios.
La verdadera manera de escribir, la emocionante, la poderosa manera de escribir, es aquella en que un taumaturgo logra dar a cada palabra el toque peculiar que despierta y pone en acción las virtudes mágicas. Hace resaltar la potencia que encierra dentro de sí cada término; tal es el secreto supremo del
estilo. Cada vocablo se convierte entonces en una caja de Pandora de donde irrumpe el prodigio. En seguida la potencia de cada voz suscita y hace estallar las potencias afines de las otras palabras, y así se inicia un torbellino, se suelta una corriente de voces afortunadas, de frases hirientes, de apóstrofes destructores, de imprecaciones y de alabanzas que conmueven y transforman el mundo de los conceptos, hasta que, tarde o temprano, la realidad social, los hechos mismos se acomodan a las nuevas y superiores normas. (...)

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